Son muchas y largas, las batallas que las mujeres hemos librado por obtener derechos de los cuales sólo gozaban los hombres. En el pasado, vivir en condiciones de igualdad era algo impensable, por lo que muchas de nuestras antecesoras tuvieron que lanzarse a la calle a luchar y para que nuestras voces fueran escuchadas. Salieron a reclamar participación política, exigir el derecho al voto, demandar mejores condiciones de empleo y un salario justo.
Por otro lado, los roles de género flanquearon la libertad de las mujeres en muchos otros aspectos, incluyendo el poder elegir cómo vestirse. El decidir utilizar una prenda de ropa como un pantalón era un escándalo y acto de rebeldía. Las estrictas normas que regían las vidas de las mujeres, aunque se han ido reformando a través de los años, aún se miran con lupa y continuamos siendo objeto de críticas y prejuicios. Aún en los albores de un siglo que recién comienza, con altos avances tecnológicos, médicos y científicos, en cuestión de prejuicios heredados de generación a generación, aún nos queda un largo camino por recorrer.
Cuando una mujer decide hacer algo “sola”, y con esto me refiero a “sin un hombre que la proteja”, el juicio cae inmediatamente con todo su peso. Pareciera como si cada vez que una decide hacer algo fuera de lo convencional o regido por la norma social, tenemos que darnos a explicar. Incluso a veces ni tan “fuera de lo normal”, constantemente vemos hasta en los medios de comunicación cómo se juzga a la mujer que decidió dar un paseo a pie y fue atacada. Y lo mismo pasa cuando tomamos la decisión de viajar solas.
Estoy segura de que muchas de las que lo han hecho, al informarle a sus familiares y amistades, inmediatamente la incredulidad brota y los consejos desalentadores enfilan uno detrás de otro. Muchas ya hemos escuchado repetidas veces: “No deberías irte sola...” “No te aconsejo ir a ese país ¡y mucho menos sola!...” “Cuidado que vas sola y te puede pasar ALGO”, “No salgas a caminar de noche y si lo haces quédate cerca del hotel...” o el clásico “¿Pero no tienes a nadie que vaya contigo?”.
A lo largo de la historia muchas mujeres viajaron sin la protección de nadie, lo hacían solas. Algunas llegaron a escribir libros y reportajes sobre sus travesías, pero sus nombres no trascendieron como el de sus colegas masculinos. Varias de estas mujeres incluso se tuvieron que vestir de hombres, como es el caso de Isabelle Eberhardt, para gozar de las libertades que eso le proporcionaba, entre ellas el poder viajar.
¿Ahora bien, cuál es el problema del viaje sola? ¿Es precisamente el ser mujer? ¿Es el hecho de que NO vaya un hombre para cumplir con su “rol protector”? ¿Qué es lo que realmente incómoda de una mujer viajando sola?
Es un tema profundo y digno de un análisis largo y tendido, no obstante parte de lo que arropa este tema es el estigma del sexo débil que hay que proteger. De nuestra alegada “incapacidad” para defendernos y de sabernos cuidar.
Aún se vulnerabiliza a la mujer en el siglo 21, cuando ya hemos ido al espacio, ocupado puestos importantes en todas las esferas sociales, hemos tenidos presidentas de países, científicas que han logrado importantes avances en su campo, premios nobel por mencionar algunas. Hemos probado que somos capaces de todo hasta de cambiar el mundo, menos de hacer “cosas solas” como caminar de noche o visitar ciertos lugares.
No quiero decir con esto que el peligro no exista, existe y es lamentable (pero estadísticamente hablando, muchas veces el lugar más peligroso para una mujer puede ser su mismo hogar y no el mero hecho de viajar y “exponerse” al mundo.) El cuidarse y tener precauciones a la hora de viajar son medidas inteligentes que deben tomarse y más cuando llegas a un nuevo destino. Todos y todas debemos siempre hacer lo propio para protegernos.
Hoy día más mujeres deciden viajar solas y cumplen sus sueños de aventuras por distintos lugares alrededor del mundo. El miedo a hacerlo no debe regir nuestras vidas ni paralizarnos, sigamos viajando, conociendo y luchando por nuestro derecho a elegir.
- Adriana Rodríguez
Presidenta Hectours
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